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Antonio Sánchez Lozano

Recuerdos de un voluntario

Una experiencia muy enriquecedora.

Los tiempos de vacaciones escolares, también en las obras sociales, suelen ser especiales, y por eso se recuerdan con facilidad. Niños y jóvenes, los responsables de dichas obras y las personas voluntarias, vivimos experiencias diferentes a las que suceden durante el curso. Un ejemplo son los campamentos urbanos, que llevan realizándose en nuestra Provincia muchos años, con gran éxito de participación.


Este verano, durante todo el mes de julio, tuve la suerte de colaborar con los campamentos urbanos de las obras sociales Centro juvenil El Urogallo, en Ponferrada, y Centro socioeducativo Xuntos, en Oviedo.


Ambas propuestas siguieron un planteamiento similar. Los equipos educativos diseñaron programas de manera que los niños y jóvenes participantes (de 8 a 17 años) pudieran compaginar lo formativo con lo más lúdico. Debido a las restricciones de la situación actual, las actividades tenían lugar durante la mañana, excepto un día a la semana que salíamos de excursión a lugares cercanos, o incluso un poco lejanos, como hizo El Urogallo para disfrutar de una playa en Galicia. En Xuntos, algunos días, teníamos un momento de estudio que les ayudaba a ponerse al día con las tareas que les habían sido asignadas en sus centros escolares.


Puedo asegurar que esta experiencia ha sido muy enriquecedora.

Mi voluntariado me ha ayudado a ser consciente de lo importantes que son las palabras que nos dejó san Marcelino: “Para educar a un niño hay que amarlo”.

En muchos casos, la cercanía y la “complicidad” que se llega a crear entre los voluntarios y los niños y jóvenes hace que la labor educativa resulte mucho más efectiva.


¡Gracias Urogallo y Xuntos! ¡Hasta el próximo verano!


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