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Jugar para ser

Soñar con lo que puedes ser y ser lo que querías soñar.


“Jugar escapa a los adultos que a menudo lo ven como algo separado del aprendizaje, lo cual no solo es absurdo sino abusivo y cruel”. João dos Santos


Los niños juegan. También respiran, comen, duermen, lloran, ríen, a veces se sienten tristes, otras veces alegres, desordenan la habitación, gritan y hacen crecer la sonrisa en ellos mismos y en los demás; pero, también, juegan, y juegan mucho.


El juego surge como el fundamento del ser, la materia prima de las realidades. El juego es la regulación homeostática viva de lo emocional, de lo que son los encuentros y desencuentros del equilibrio evolutivo y la forma que encontró el hombre para realizarse y materializarse en el mundo. Y en los juegos, los niños encuentran un lugar protegido de conexión con el exterior, de impacto con los imperativos de la realidad: física, social, cultural y emocional. Impulsos, contactos, sonidos, ideas, deseos y percepciones son algunos de los ingredientes del juego, de los varios juegos, de los procesos que encontramos para incorporar lo que vemos, olemos, oímos, saboreamos y tocamos.


Muchos de nuestros procesos de pensamiento nacen en los momentos lúdicos: la mejor forma en que acertamos en el intentar y errar de las suposiciones que hacemos sobre las cosas; la preparación que crea expectación y nos ayuda a anticipar resultados; la interacción competitiva, cooperativa, solidaria, las funciones, estatutos y roles que en el imaginario alimentamos y que en otros tiempos organizarán las relaciones; la voluntad de hacerlo mejor y de pensar en cosas nuevas para hacer la vida más divertida, los tiempos más felices; y también, ese sentimiento único de implicación que nos hace olvidar horas, preocupaciones o agobios que otras cosas inevitablemente hacen presente.


En época de vanguardia tecnológica, desarrollo acelerado, visiones utópicas del hombre, la presión prácticamente insoportable por corresponder, el espacio y tiempo capturados por las redes sociales y las pantallas... olvidamos cómo lo que somos siempre tendrá más que ver con echarse el lego a las manos, vestirse con trajes inusuales, jugar a héroes con capas, a monstruos y princesas. O sea, con soñar lo que puedes ser y ser lo que querías soñar.


En la Casa da Criança de Tires los niños juegan, y juegan mucho. ¡Por eso crecen!

Pueden soñar con estar seguros de que tendrán adultos que apoyarán sus deseos y abrazarán la angustia que siempre trae el crecer.



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